Las historias en cuentos y narraciones son los primeros contactos con la literatura en nuestra niñez. Nuestros padres son los narradores y/o lectores que mediante pequeñas historias nos entretienen y de paso nos dejan alguna enseñanza, aunque ya no sea de su propia experiencia como propone Benjamin. Este mismo autor agrega: “La narración tiene, abierta o secretamente, su utilidad. Esa utilidad puede consistir a veces en una moral; o través, en una recomendación práctica; por fin, en un refrán o una regla de vida”
¿A quién no le contaron la historia del muñeco de madera que decías mentiras; o las historias de niñas buenas y laboriosas que se terminaban casando con el príncipe; o la otra historia de tres cerditos que construyeron sus casitas para que el lobo no los atrape? Por medio de estas historias los mayores les dicen a los niños “no digas mentiras, sé bueno y pon empeño en lo que haces que eso te traerá alguna recompensa”.
En la actualidad ya casi la narración oral no existe. El papel, la imprenta y la alfabetización colaboraron a que la escritura sea el soporte más confiable para guardar las historias y sus enseñanzas y así pasarlas de generación en generación. Alvarado y Yeannoteguy agregan que otro factor a la conservación de los cuentos de hadas, “la estructura esquemática de los cuentos tradicionales favoreció su conservación y su transmisión, convirtiéndolos en la literatura privilegiada para los niños”.
También estas autoras hacen una descripción sobre un dato curioso de los cuentos infantiles, dicen que a partir de 1960 se empezó a cuestionar si estos relatos eran convenientes o no para los niños. “El motivo era la alta dosis de crueldad y de violencia que tenían. Se inició, entonces, una polémica, con argumentos a favor y en contra de hadas, ogros y princesas. Sin embargo, las versiones de los cuentos de tradicionales que llegaron a los niños –la de los hermanos Grima y Charles Perrault- ya estaban expurgadas de una buena cuota de morbosidad y violencia”.
La escritura ha llevado a que los narradores, que pasaron a ser escritores, pudieran detenerse a pensar en detalles, a describir paisajes y pensamientos de sus personajes. Esto lleva que la extensión de un cuento breve que solo se basaba en acciones una tras otra y de la cual no se daban muchas explicaciones (según Benjamin para que cada receptor pudiera darle sus propio significado) se convierta en algo más desarrollado y con ese desarrollo nace la novela. Pero ¿la novela es una narración? Aquí me ha llamado la atención la respuestas dadas por Piglia y Benjamin, ambos dicen que no. Piglia para dar su explicación sobre esto se basa en Borges y dice lo siguiente: “el arte de narrar para Borges gira sobre ese doble vínculo. Oír un relato que se pueda escribir, escribir un relato que se pueda contar en voz alta” y Benjamin marca que la novela es el ocaso de la narración por las diferencias que existen entre la relación de un narrador y un novelista con su público, “El narrador toma lo narra de la experiencia, sea la propia o una que le ha sido transmitida. Y la transmite como experiencia para aquellos que oyen su historia. El novelista, en cambio, se ha aislado.”
Pero pese a estas opiniones me parece que lo esencial es que las historias no se dejen de contar, sea por medios orales o escritos, y que no seamos privados, lo que no tenemos el talento de narrar bien, de buenas historias y aprendizajes.
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