A pocas cuadras de la estación de trenes de Wilde, sobre la calle Las Flores esta ubicado el Taller Protegido Wilde, un lugar donde trabajan jóvenes con discapacidad mental. Desde 1992 allí se desempeña como asistente social, la Lic. Anabella Pérez quien en la actualidad trabaja también como Coordinadora Institucional. Hace unos días accedió a concederme una entrevista y allí fui el día pactado.
Cuando llegué espere unos minutos del lado de atrás de la panadería que la institución tiene y ahí empecé a observar el lugar. Había una escalera larga, por la que un tiempo mas tarde subí para encontrarme con Anabella. Me recibió en su oficina, que esta en el segundo piso del edificio, junto con una estudiante de terapia ocupacional que se encontraba haciendo las prácticas. Me invitó a pasar y casi sin que intermediara pregunta alguna me empezó a contar sobre el lugar.
--Cóntame cómo nace el Taller Protegido
--. La historia es así, era un club abandonado que se llamaba Club Wilde Junior, el club cedió las instalaciones para el proyecto de una escuela laboral. Se funda la escuela, el centro de formación laboral 2 y con ese mismo grupo de papás que la fundan crean esta alternativa diferente que es el Taller Protegido Wilde, que es un sitio para los jóvenes que terminan su entrenamiento laboral en la escuela y no tienen donde trabajar. Si la inserción laboral en el mercado competitivo es muy difícil para la gente convencional ¡imagínate para un discapacitado! Entonces se crea esta alternativa, para que ellos tengan un trabajo, en principio para que trabajen y se queden acá o seguir entrenándolos y colocarlos en el mercado.
--¿Y cómo fueron tus comienzos en este lugar?
--Yo trabajaba en un escuela de la zona en Wilde y empecé viniendo dos veces por semana, me contrataron como asistente social y con la idea de conseguir que esta propiedad nos la donaran, porque era de los dueños de este club que yo te contaba antes, entones mi tarea era de investigar donde estaban esos dueños porque era gente muy grande, así que andaba por la calle buscando a estos tres dueños y tenía que tratar de convencerlos, contarles del proyecto y decirles de que se trataba este lugar. Por fin logre la donación, eso nos vino bárbaro porque al ser dueños del lugar nosotros a la
escuela que funciona al lado le alquilamos las instalaciones, entonces ahí tenemos un ingreso mas. Arranqué con eso y luego con trabajo social con los chicos, conocí a las familias y después me fui involucrando cada vez más y aca estoy todos los días– se le dibuja una sonrisa en el rostro – ahora como coordinadora, teniendo a la institución bajo mi responsabilidad.
--¿Cómo te sentís realizando esta tarea?
-- Es muy satisfactorio estar acá, es muy gratificante porque vos estas laburando la discapacidad pero desde un lado productivo, desde lo que pueden hacer, no desde las dificultades. Por ahí en otras instituciones te fijas en el dolor, en lo que no pueden, en los logros que cuestan un montón. Acá son todos logros. En este lugar hay muchos chicos que tienen mi edad y yo pienso que cuando empezamos éramos muy jovencitos, yo tenía 23 años y digo todo lo que logramos, porque al principio en la institución hacíamos diez pre-pizzas, un poquito de pan y se vendían entre las familias. Después la cosa fue creciendo, se incorporó el horno rotativo y se abrió el negocio con productos buenos y todo lo que fueron capaces de aprender porque no hay límite en el aprendizaje, quizás las limitaciones están en algunos procedimientos que no pueden realizar, pero pueden otras cosas, aca te das cuenta de eso… listo, este no puede amasar porque no se sale la factura pero si le sale enmantecar una asadera, decorar una factura o limpiar un estante. Este lugar te muestra un abanico de oportunidades que tiene la gente de hacer y te ubica en la realidad; porque yo panadería nada, no se nada de nada –se ríe- y ellos sí, entonces te bajan de un hondazo “vos sabrás mucho de tu trabajo, de la parte técnica, pero yo puedo otras cosas”. Y también te ubican desde de lo personal, que no vale la pena sufrir por problemas tontos que puedas tener, yo he pasado en 15 años por todo, estuvo mi marido sin trabajo, pase un embarazo conflictivo otro normal, enfermedades familiares, muertes y aprendí a ubicar todo en su justo lugar, no hay que dramatizar nada. A veces pienso de qué me quejo que mi hijo es un atorrante, porque es así, si a estos papás los ves luchar todos los días con sus chicos. El miedo de que se van a quedar solos sus hijos es la problemática que mas los está mortificando a estos papás que se ponen grandes, que se van muriendo, entonces ese dolor de ¿qué hago con mi hijo? Entonces nosotros estamos aca para prepararlos, para entrenarlos para cuando ese momento llegue. Ya se quedaron solos un par de chicos, uno esta viviendo solo
completamente, el otro con una hermana que no lo quiere, es decir que hay mil situaciones, entonces comenzas desde lo personal a ubicar las cosas en su justo lugar. No a la queja tonta, en mi vida no existe y sinceramente los chicos de este lugar me han servido de apoyo ante situaciones mías particulares. Venir aca es otro mundo, te aíslas de los problemas y te das cuenta de que ellos toman las cosas diferentes, por ejemplo, la muerte de los padres lo viven como “Uy! Se murió mi papá y hay que seguir”. El día que se le murió la mamá a Juan Carlos estábamos todos en el velorio y él quería estar aca. Entonces redimensionas todo, decís: si este lugar es importante para ellos para uno también tiene que serlo.
Este trabajo te aporta más de lo que a veces uno se merece.
--Frente a este trabajo que ustedes realizan todos los días con los chicos ¿cuál es la actitud de los padres? ¿Colaboran con ustedes para que en la casa no se pierda todo lo que hicieron en el taller?
--Los padres son un tema aparte, algunos colaboran, tienen claro lo que es el lugar para otros es el depósito – marcan con sus manos un gesto de comillas- ideal donde dejan a sus hijos 8 horas de su vida y esto es lamentable pero es así. Es muy difícil trabajar con los papás.
--Entonces ¿tiran todo por la borda? Por decirlo de alguna manera.
--Sí, sí, sí. Hay algunos papás que son de la Comisión Directiva, que están comprometidos con la institución, pero si vos le marcas cuestiones que tienen que ver con la higiene, con el aspecto personal te dicen “y yo no puedo, y yo le digo que se lave los dientes pero viste, no me hace caso”. Es muy difícil, pero también hay que entenderlos porque están muy agotados, pensá lo que significa convivir con una persona con discapacidad mental, ahora tienen treinta y pico pero esto viene desde que nacieron, entonces vienen atravesando escuelas especiales, diagnósticos, tratamientos, medicación y como que llega un momento que dicen “si no te querés lavar los dientes no te los laves”. Es entendible pero aca nosotros luchamos para que lo modifiquen
--Para que no bajen los brazos.
-- ¡Claro! Es una lucha cotidiana con los papás, ellos se ponen grandes y nosotros también –hay risas- lo que antes yo decía con paciencia ahora me enoja porque veo que es una pena, el tema de la higiene en la discapacidad es importante, hay que laburarlo mucho porque están estancados en la edad de los siete u ocho años que no se quieren bañar y no podés tener un adulto, donde los olores son diferentes, sin bañarse. Aparte en un lugar así tienen que estar limpios y afeitados y a los papás les cuesta mucho, además varios de ellos están solos, hay muchas viudas, mamás separadas donde el papá ni aporta. Como ya te dije, no es fácil trabajar con los papás, tenes que ponerte por un lado de comprensión y de firmeza por otro. Es arduo. Con los chicos tenes más respuestas que con los padres.
-- Por si alguien al leer esta entrevista quiere colaborar con la institución ¿cómo puede hacerlo?
-- Una manera es asociarse – se abona 5 pesos por mes – también se puede colaborar cuando se lanza alguna rifa. Nosotros ahora comenzamos con el bono contribución.
Pueden ayudar también donando materia prima o que nos hagan llegar un contacto de empresas que hagan donaciones o algún contacto con una harinera que nos cobre mas barato, porque a nosotros nos cobran la harina como a cualquier hijo de vecino. Y después todo: ropa, zapatos. Cuando llega algo yo lo reparto en el momento, es cómico porque vienen aca y empiezo esto te va a vos, esto otro a vos. La idea es que no tengan necesidad de zapatillas, de buzos, de pantalones. Las chicas están vestidas por todo lo que yo consigo mangueando. Las familias de estos chicos tienen muchos gastos en medicación y darles una mano con eso no viene mal.
--¿Son chicos cadenciados?
--Si, hay muchos que viven en villa, otros de muy bajos recursos que por ahí cobran el peculio, cobran la pensión y eso es el único ingreso familiar, hay un par que el único ingreso es que llevan ellos. Después tenemos gente de clase media pero la mayoría tiene muchas dificultades económicas.
Al terminar la entrevista y luego de contarme algunas anécdotas de los paseos que realizan con los chicos, Anabella me acompaño a conocer a sus chicos y a las instalaciones del lugar. Los encontré a todos trabajando, dedicados y concentrados en las tareas que estaban realizando. Los encontré compartiendo y ayudándose en el trabajo. Los encontré orgullosos de sus logros y sus destrezas. Pero sobre todo los encontré felices de estar alli.